Pablo Álvarez Icaza Longortia
La X Cumbre de Líderes de América del Norte realizada el pasado martes estaba precedida de una gran expectativa por las controversias comerciales con Estados Unidos y Canadá, se pensaba y deseaba que podría contribuir a resolverlas. Además, sería la segunda que se realizaría con los actuales mandatarios de la región, luego de que la anterior se llevó a cabo en noviembre de 2021, que había establecido como objetivo principal fortalecer la competitividad regional.
Originalmente, la reunión se había programado para noviembre de 2022, pero se pospuso para este año por problemas de agenda y dar tiempo para buscar que se lograra un arreglo conciliatorio y evitar que se instale un panel de controversias sobre la demanda presentada por Estados Unidos en julio y respaldada por Canadá relativas a la violación de cuatro capítulos relacionados con el tema energético y especialmente con la industria eléctrica, así como para evitar una demanda por la prohibición de importación de maíz transgénico de parte de México, que no se canceló sino que se pospuso hasta 2025.
La cancillería mexicana había anticipado que los temas que se abordarían en la cumbre entre los tres presidentes serían: diversidad, equidad e inclusión; cambio climático y ambiente; migración y desarrollo; competitividad, salud y seguridad. Salvo los tres primeros, que se firmó un compromiso entre los tres países, y el de migración donde previo al encuentro, México ya había aceptado albergar a 30 mil migrantes, especialmente venezolanos y haitianos, expulsados de EU, los restantes quedaron más en declaraciones de carácter general.
Sobre el espinoso tema energético, no hubo ni siquiera menciones particulares. No sabemos si en las pláticas privadas se abordó, o si ante la negativa mexicana de modificar decisiones para evitar el panel de controversias, los funcionarios de los tres países prefieren que el asunto se resuelva en el ámbito del Tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Cabe recordar, que el viernes pasado, el primer ministro Justin Trudeau había declarado a Reuters que en su visita a México le pediría al presidente mexicano que cumpla los compromisos pactados, en alusión al panel de controversias.
Trudeau en reuniones con el sector privado y en sus participaciones públicas fue muy insistente en impulsar la transición hacia vehículos eléctricos, lo que implicaba promover inversiones en toda la cadena de valor que va desde fomentar actividades en minerales críticos, que proveen los insumos para las baterías, reactivar la producción de semiconductores para reducir la dependencia de Norteamérica de Taiwán a promover la producción de ese tipo de vehículos considerando que el Congreso norteamericano aprobó incluir en los subsidios a las empresas que incorporen componentes producidos en Canadá y México, e incluso que sean elaborados en la región. Sin embargo, no hubo una respuesta clara al planteamiento.
Lo que sí ha quedado de manifiesto a través de los reportes de la prensa de Estados Unidos (EU), es que a pesar del ambiente recesivo y de las elevadas tasas de interés, está habiendo una ola de inversiones para estimular la producción de vehículos eléctricos, así como de semiconductores y componentes para estas fábricas especialmente en la zona sur de EU, pero no allende sus fronteras. Muchas de estas inversiones se habían decidido por bajos precios de la electricidad en esos estados y por garantía de suministro sin interrupciones.
La prensa mexicana le dio mucha difusión a una nota de Bloomberg a finales de año, que señalaba que Elon Musk, el CEO de Tesla, había visitado Nuevo León para contemplar la posibilidad de instalar alguna planta, pero lo que apenas era una idea, se presentaba ilusamente como un proyecto en marcha. La realidad es que México no ofrece las condiciones que buscan los inversionistas y no existe la confianza para realizar inversiones cuantiosas, considerando las limitaciones de la infraestructura y de seguridad.
Mientras que en noviembre de 2021 se hablaba de la necesaria integración energética, de la preocupación sobre el cambio climático y el las energías limpias, a principios de 2023 ha quedado de manifiesto que México ha priorizado el uso de energías fósiles y fortalecer los monopolios estatales bajo el argumento de defender su soberanía, por lo que las posturas con sus socios comerciales no pueden ser convergentes.
Muchos analistas han insistido en la ventana de posibilidades que se le ha abierto a la economía mexicana ante la decisión de muchas empresas, principalmente, norteamericanas, de relocalizar inversiones en China cerca de la región ante los crecientes conflictos geopolíticos y las restricciones de funcionamiento impuestas por los gobiernos; sin embargo, ésta no será tan amplia si el gobierno insiste en seguir con su política eléctrica.
Mientras tanto el gobierno mexicano insiste en impulsar la sustitución de importaciones de América del Norte, creando un comité al respecto donde prevalece una visión proteccionista del comercio exterior; mientras que los temas de fondo que realmente preocupan, como la resolución de las controversias que tenemos con nuestros socios comerciales, se dirimirán en las instancias del T-MEC.
El espacio político para resolver temas estratégicos en el marco de la Cumbre se agotó y opinó que la próxima la será hasta el próximo sexenio. Más allá de las apariencias, los términos de la conversación entre el presidente de México y sus homólogos fueron diferentes y parecía que estaban hablando distintos idiomas, como si el diálogo resultara imposible, por lo que los visitantes prefirieron ser diplomáticos y de manera educada evitaron la confrontación.
El tema energético se resolverá en el panel de controversias, a pesar de la advertencia de los expertos de que a México no le convenía llegar a esa instancia, pero el tiempo y la paciencia de los demandantes se agotó. Parece un deja vu, de la visita que hizo el presidente de México a Washington en julio pasado, cuando unos días después se presentó la demanda por violación al T-MEC.