Por Adrián Trejo
Las campañas políticas suelen ser, así sin más, la sepultura de las actividades en el Congreso pues, con algunas excepciones, la mayoría de los representantes populares se vuelven activistas de sus partidos.
Es decir, en la antesala del inicio formal de la campaña presidencial, el Congreso está muerto.
Muerto para el debate serio porque para las payasadas y chambonadas, hay tiempo de sobra.
Ahí tienen al otrora superdelegado venido a menos, el morenista Gabriel Hernández, tratando de recuperar el favor presidencial haciendo su espectáculo de globos para denostar a Xóchitl Gálvez.
Desde que la que se supone debe ser la tribuna más respetada del país, el coordinador de los delegados del Bienestar, cuya salida de Palacio Nacional se atribuye a la responsabilidad que tuvo en la derrota de Morena en la CDMX en 2021, Hernández es la clara muestra de que la actual legislatura, en las Cámaras de Diputados y Senadores, se acabó.
Si acaso, a los diputados solo les queda por discutir el paquete económico para el próximo año, es decir presupuesto y Ley de Ingresos, y a los senadores, como Cámara revisora, la Ley de Ingresos.
Fuera de ahí y hasta el primero de septiembre próximo, fecha en la que inicia el periodo ordinario de sesiones, todo serán espectáculos denigrantes como el protagonizado por Hernández.
No fue el único, por cierto, también en la oposición hay uno que otro “Cachacuaz’’, que participa en la carpa.
Lo ocurrido este martes, sin embargo, y más allá de la anécdota, describe de cuerpo completo lo que fue esta Legislatura, quizá en la que más bajo cayó el debate político.
Si bien es cierto que, a partir de la reivindicación de la oposición en el priato, siempre hubo personajes peculiares que regalaban uno que otro episodio cómico, lo que ha ocurrido en los cinco años de la Legislatura sobrepasa, con mucho, todos los eventos risibles o vergonzantes de la última década.
Mientras la violencia sigue azotando sin tregua al país, mientras se vislumbra una crisis económica global (lo del superpeso será un espejismo), mientras las instituciones se van deteriorando a paso veloz, en el Congreso seguimos pidiendo que nos ayuden a contar:
“Y diche, uno, y diche dos, y diche…’’.