A CONFESIÓN DE PARTE…

Por Luis Pinal Da Silva

Cuando Andrés Manuel López Obrador habló del caso de Emilio Lozoya, confesó que “cuando estaba el ministro Zaldívar de presidente de la Corte había más recato. Todavía cuando había un asunto de ese tipo, nosotros respetuosamente interveníamos”.

Con ello esbozó claramente la esencia de su pretendida reforma judicial y lasa forma en que piensa que deben ser las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial: uno que “sugiere! Y el otro que acata.

Resulta evidente la violación grave a la división de poderes y dejó de relieve la mansedumbre de quien se jacta de ser defensor del Derecho.

El Presidente dijo que se hablaba con él y él podía, respetuoso de las autonomías de los jueces (hay que escuchar el tono sarcástico de este dicho), hablar con ellos y decirles “cuidado con esto”.

López Obrador agregó una frase que seguro mereció una tarjeta de agradecimiento desde el edificio que está a un costado de Palacio Nacional, dijo López Obrador: “llega la señora Piña y dice los jueces son autónomos”.

Ahí está la molestia principal del Presidente, que al relevo de Arturo Zaldívar haya llegado a la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la Judicatura Federal una ministra como Norma Lucía Piña Hernández, quien se atrevió a respetar la Constitución y recordarle al titular del poder Ejecutivo que desde los jueces y hasta el pleno de la Suprema Corte son, efectivamente, autónomos.

Responder esto a quien quiere acumular todo el poder, a quien ya tiene a su servicio a una mayoría del poder legislativo y a muchos poderes fácticos, resultó en un enojo de López Obrador que derivó en los varios intentos de control del poder judicial.

Entonces, para esto es la reforma al Poder Judicial que plantea el régimen de Andrés Manuel López Obrador, para que él pueda controlar desde la designación de los candidatos a ministros que elegirá el pueblo y después pueda levantar el teléfono y quien conteste sea solícito como lo fue Zaldívar.

No es solo un plan para que no se le caigan al régimen casos emblemáticos y mal sustentados, como el de Emilio Lozoya Austin; es para que cualquier cambio que no logre mayoría calificada en el Congreso pueda pasar con la intervención directa del Presidente sobre la Corte, algo que ya sucedió y que fue operado por el hoy entusiasta ministro en retiro, y en campaña, Arturo Zaldívar.

Una ley secundaria en materia eléctrica se impuso sobre la Constitución por una chicana del entonces ministro presidente de la Corte, algo que se pudo corregir cuando este poder de la Unión recuperó lo que tanto molesta a López Obrador, su autonomía.