Por Luis Pinal Da Silva
El presidente Andrés Manuel López Obrador no disimula el malestar que le causan las preguntas sobre las conductas de sus subordinados, contrarias a su discurso de austeridad republicana o de combate a la corrupción.
El escándalo suscitado por las revelaciones de un reportaje sobre los gastos de los viajes del secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, y su familia – rentar un vagón de un tren rápido en Italia para que no hubiera gente que lo incomodara, por ejemplo -, no le mereció al Presidente ninguna declaración.
¿Y qué?, respondió cuando se le preguntó su opinión sobre los viajes del general y su familia.
¿Y Loret, qué?
Pues qué de qué.
El Presidente mezcla peras con manzanas.
Loret, pagado por empresas privadas, no utiliza recursos públicos para sus viajes, lo que sí hizo, presuntamente, el secretario Sandoval.
Los montos del viaje a Italia son tan altos, que sólo los verdaderamente ricos podrían pagar más de 8,000 euros por una noche de hotel.
No es que el secretario pueda salir de vacaciones y gastar su dinero en lo que quiera.
Lo que se le cuestiona al Presidente, el mismo que ha dicho que solo basta tener un par de zapatos o un cambio de ropa “porque lo demás es ambición’’, el mismo que cuestiona, fustiga a las clases medias por “aspiracionistas’’ – utilizado ambiciosos sin medida -, el que dice tener solo 200 pesos en la bolsa, es el mismo que tolera y defiende que uno de sus subordinados gaste decenas de miles de euros y utilice aeronaves propiedad de la nación para viajes personales.
¿No era eso lo que criticaba a los exfuncionarios del PRI y el PAN?
Los cuestionamientos tienen que ver con ese doble rasero para juzgar a sus cercanos y a quienes no lo son.
¿No quería el Presidente destazar al INE utilizando el discurso de la “austeridad”? ¿No dice que su intento por desaparecer al Inai, el instituto para la transparencia, es porque el Gobierno quiere ahorrar mil millones de pesos?
Su respuesta a los cuestionamientos sobre la persistencia de prácticas que antes criticó solo demuestra su falta de argumentos y el fastidio de tener que lidiar diariamente con la prensa de verdad.
“Hágase la austeridad en los bueyes de mi compadre, pues’’.
¿Y qué? Háganle como quieran.