¿QUÉ NOS PASA?

Por Héctor Miraflores

Hay muchas perversidades en los programas asistencialistas del régimen actual y, entre ellas, está la falta de transparencia del uso de los recursos públicos, con padrones de beneficiarios que son poco transparentes y que se prestan para la corrupción.

Y, sobre todo, la focalización de la aplicación de los programas llamados sociales de la 4T en los segmentos poblacionales que sí son capaces de “agradecer” las transferencias de recursos con un voto.

Los más pobres entre los pobres no votan y el resultado es que el número de personas que viven en extrema pobreza aumentó a 9.1 millones durante el 2022 contra los 8.7 millones de personas que se registraron en 2018.

Son datos de la Medición Multidimensional de la Pobreza 2022 del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Vale decir que la comparación se hace contra 2020, pero el “ruido” que metió la pandemia a los datos, hace de más valor comprar los datos contra el 2018.

Como sea, la presunción gubernamental es que la pobreza se redujo en 8.9 millones de personas entre el 2020 y 2022. Otra vez, en ese año de pandemia la gente se quedó sin trabajo y sin respaldo gubernamental.

El punto es que las personas contempladas el decil más bajo hoy son más pobre y de todas las personas en condición de pobreza, las carencias por falta de acceso a los servicios de salud aumentaron del 16.2% hasta el 39.1% en la medición del último año de Enrique Peña Nieto contra el cuarto año de Andrés Manuel López Obrador. Son 30 millones más de personas que no tienen servicios de salud.

¿Dónde sí hay un pleno reconocimiento a las políticas públicas de este gobierno para reducir la pobreza multidimensional?

En la forma como este régimen obligó a los empleadores a pagar un porcentaje mayor de aumento del salario mínimo.

El mayor incremento en los ingresos de las personas más pobres corresponde a su propia generación de ingresos, esto es, la capitalización de un sustancial incremento en los salarios, especialmente los mínimos, que son pagados por empleadores privados.

Hay un componente importante de recursos crecientes que llegan del exterior. Esas remesas que López Obrador caravanea con sombrero ajeno, también cuentan en la reducción de la pobreza de ciertos grupos sociales.

Los llamados programas del Bienestar sí han contribuido a la reducción de la pobreza moderada, no las personas en pobreza extrema, y todos enfrentan una mayor carencia de servicios sociales, en especial de salud.

Dice López Obrador que ya se puede retirar tranquilo. Bueno, el aumento hasta 9.1 millones de mexicanos en situación de pobreza extrema no está para que un Presidente pueda presumir tranquilidad, pero ciertamente ya no le debe tocar a él la solución de este flagelo.

Lo que hay que saber es quiénes de los que aspiran a presidir este país serán simplemente una calca de las políticas actuales y quiénes sí están dispuestos a ver con autocrítica las fallas en la política social.