Por Luis Pinal Da Silva
A no dudarlo, desde el primer minuto del martes primero de octubre de este año, Claudia Sheinbaum Pardo tendrá un gran reto al asumir como Presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos: escuchar y tratar de hacer lo que el pueblo quiere y necesita.
Habrá que esperar si usa el gran poder que se le confirió en la elección – por lo legal o fraudulento, según se vea – para ser una mandataria tolerante con la crítica y dispuesta a escuchar a las minorías, pero sobre todo ver si en verdad es una mujer independiente que haga saber que las decisiones que tome son suyas.
En estos momentos es claro que el que manda es Andrés Manuel López Obrador y que seguirá con el poder hasta el último día de septiembre; sin embargo, hay algo que resulta, por decirlo en forma amable, “chocante”, ya que se muestra tan arrogante, tan sobrado y exhibe, con toda intención, que es él quien controla a Sheinbaum, y ello quedó de relieve en el forzado abrazo con beso que le plantó.
Pareciera querer decir que gracias a él ella llegará a la Presidencia, que no importan los 36 millones de votos, sino que lo importante es él.
Hay que decirlo. No puede el autoritarismo de López alcanzar su clímax con el sacrificio de la estabilidad económica y financiera de la que debería gozar Sheinbaum para iniciar, sí, la continuidad del proyecto del tabasqueño, pero con un sello propio.
Hay que observar que las obsesiones personales de López han provocado que se pierdan de vista muchos excesos del Poder Judicial que tienen que ser corregidos, ya que su enfoque, su encuadre, es que los jueces deben estar para respaldar todo lo que él pelee en tribunales, porque lo contrario es corrupción y eso es falso.
Puede ser que prive esa sensación de orfandad que dejó en muchos sectores sociales el tan contundente resultado electoral y que se quiera proyectar en la idea de que Sheinbaum pudiera ser una Presidenta más incluyente y prudente.
Pero en el peor de los escenarios de continuidad y autoritarismo no le conviene a nadie, empezando por quien encabezará el poder ejecutivo, iniciar su mandato en un escenario de desconfianza.
Y no se trata solo del tipo de cambio, porque no se trata de un complot de los especuladores del mundo que se reúnen para afectar a López, sino de una preocupación legítima de los capitales de todos tamaños, nacionales y extranjeros, sobre la confiabilidad futura en este país.
Por desgracia, no es posible esperar otra cosa que no sea la continuidad, pero incluso ahí debe haber un estilo personal y diferente de una mujer que tiene otro origen y formación diferentes al actual mandatario, aunque López ya lo dijo, sin referirse a ella, que entre mayor sea el grado académico, es mayor la ignorancia.