Por: José Fonseca
Era indispensable la desaparición de los organismos autónomos, incluido el INAI, dispuesta por el “ucase” de la lopezobradorista “revolución de las conciencias” para alcanzar su objetivo de resucitar la Presidencia sin límites ni contrapesos.
Una obviedad para quienes escuchamos hace más de 20 años la queja de López Obrador de que los organismos autónomos complican la tarea de gobernar, son una falacia las denuncias, nunca judicializadas, de corrupción de los autónomos.
Para los que apagaron, quién sabe por cuánto tiempo, nuestra primavera democrática y planean disfrutar, “persecula seculorum”, de la resurrección de la Presidencia Imperial del siglo pasado, una buena y una mala. La buena, nada es para siempre, la mala, nada es para siempre.
Transístmico: una de cal por las de arena
En este generoso espacio se ha citado a quienes hace seis años afirmaron que el proyecto del Ferrocarril Transístmico era la mejor y más viable de las grandes obras del sexenio. La realidad parece confirmar aquellas acotaciones.
Informó la Secretaría de Marina que dos mil toneladas de grano, de una empresa privada, se transportaron en tolvas graneleras de Salina Cruz, Oaxaca, a sus bodegas en Coatzacoalcos, Veracruz.
La empresa paraestatal del Ferrocarril Transístmico y la Secretaría de Marina encargada de la obra de esta plataforma logística cuya construcción es comercial y geopolíticamente de excepcional valor. Lo dicho, una de cal por tantas de arena.
CDMX, ¿una jubilosa ciudad sin ley?
“El grupo criminal Unión Tepito despoja de sus departamentos a personas de la tercera edad o invade departamentos abandonados en la Unidad Habitacional de Tlatelolco”, informan notas periodísticas.
Se suma a denuncias de despojos similares en otras áreas del Centro de CDMX y, a juzgar por cómo se multiplican impunemente, pareciera que los criminales gozan de tolerancia de las alcaldías y del Gobierno de CDMX.
Una paradoja que el Gobierno de CDMX anuncie su propósito de atraer inversiones y no haya sido capaz de contener los despojos de apartamentos y viviendas que dejan la impresión de que, pese a sus ventajas, CDMX es una ciudad sin ley.
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