Por Helga Kauffman
Lo que pasa con el presidente Andrés Manuel López Obrador, es síntoma inequívoco de que le dolió la información que se dio a conocer sobre los presuntos nexos de la delincuencia organizada con él y gente de su primer círculo.
Evidentemente sus reacciones siguen dando más para ahondar en el tema, porque lejos de disipar dudas, se enloda más en sus aseveraciones, sus descalificaciones y sus berrinches.
Y es que, mientras más desesperada y acorralada se vea una persona, más peligrosa se vuelve y López Obrador no logra superar el golpe ante la investigación que sí existió por parte de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos en su contra por presuntamente haber recibido dinero del narcotráfico para financiar su campaña de 2006 y la que posteriormente apareció sobre el mismo tema, pero ahora en referencia a su periplo del 2018.
ProPublica primero y luego The New York Times y de inmediato se rebeló el hombre que se considera casi Dios para descalificar, llenar de adjetivos a los medios y acusar que son neoliberales, auspiciados por el gobierno de los Estados Unidos.
El mandatario no ha dejado de acusar a sus “adversarios” de estar detrás de estos reportajes y a la prensa de publicar lo que él califica de “falsedades” y “calumnias” pero que ha decidido no combatir por la vía legal, sin que entendamos la razón de lo cuando, en teoría, dice que tiene “otros datos” que muestran su inmaculada trayectoria.
Así, al verse acorralado López Obrador ha decidido emprender medidas desesperadas como declarar que por encima de la Ley está su calidad moral y la autoridad que él representa, justificando con ello, haber hecho público el teléfono de la periodista Natalie Kitroeff autora del artículo publicado en el New York Times.
Dar a conocer el teléfono de la reportera en uno de los países del mundo que está considerado como el más peligroso para ejercer el periodismo en un país donde no hay conflictos armados, es sin duda, un acto de irresponsabilidad.
El enojo del Presidente lo llevó a violar la ley y así como expuso a Natalie Kitroeff, queda claro que el mandatario no tendrá respeto alguno por la Ley electoral ni recato por exponer los datos que él considere necesarios para afectar a sus adversarios.
La desesperación por saber que la continuación de su proyecto denominado Cuarta Transformación se está complicando, torna al hombre que ostenta el poder en el país, a convertirse en un político peligroso, que sigue dividiendo a la sociedad y que no le importa vulnerar la división de poderes con tal de lograr su objetivo.
Con este antecedente queda la duda de qué tanto podrá influir López Obrador en los órganos electorales y en la contienda electoral.
Tiempo al tiempo.