Por Luis Pinal Da Silva
La oposición tendrá a su candidato presidencial a finales de septiembre o principios de octubre, a más tardar, si los partidos que la integran logran superar los conflictos internos que el método de selección generará.
Que tenga una propuesta atractiva, que genere empatía, que tenga un historial de trabajo a favor de la comunidad reconocido, pero, sobre todo, que tenga la piel más gruesa que un cocodrilo para soportar y responder los ataques de los que será objeto por el partido oficial y sus socios.
En el PRI seis son los que han levantado la mano en busca de la candidatura presidencial: Enrique de la Madrid, Alejandro Murat, Claudia Ruiz Massieu, Beatriz Paredes, de la sociedad civil el empresario Gustavo de Hoyos y el muy conocido José Ángel Gurría, que no es priista pero que ha trabajado toda su vida en gobiernos surgidos del tricolor, hasta que fue nombrado presidente de la OCDE, en la que estuvo 15 años.
En el PAN se han manifestado abiertamente por la candidatura presidencial Santiago Creel Miranda, sin duda el más aventajado en la carrera blanquiazul, y la senadora Lilly Téllez, quien en varias encuestas incluso aparece por arriba de Creel en las preferencias electorales.
Está también el gobernador de Yucatán, Mauricio Vila, quien ha hecho un gran trabajo en la entidad, pero al que, amigos y enemigos, cuestionan su cercanía con el presidente López Obrador.
Vila ha explicado en varias ocasiones que no se peleará con el presidente, pues esa relación le ha permitido lograr avances en su administración.
También ha dicho que quiere ser candidato presidencial, por lo que, si se mantiene en esa posición, tendría que separarse de la gubernatura para competir en la interna de Va Por México.
A estos nombres se sumó formalmente Xóchitl Gálvez, quien inicialmente manifestó su intención de competir por la jefatura de Gobierno de la CDMX, pero que, a partir del lunes pasado, encontró elementos para lanzarse por el premio mayor.
Gálvez inició en redes sociales una inusual campaña publicitaria en la que pide a sus simpatizantes utilizar, promover, pintar, etcétera, un corazón con una X en medio.
Puede ser un fiasco, o un gran éxito, pero de que es novedoso, nadie lo duda.
El problema radica en que mientras Morena lanzó al ruedo a sus aspirantes con una campaña embozada, la oposición sigue en un letargo que, a la postre, implicaría una inacción marcada.