Por Luis Pinal Da Silva
Para nadie es desconocido que en las administraciones priistas, el primer día de mayo, el “Día del Trabajo’’, se realizaba la marcha “de la unidad’’, encabezada por el Presidente de la República y los líderes obreros del Congreso del Trabajo.
En este arada se acostumbraba que los dirigentes sindicales refrendaran “su apoyo incondicional al primer trabajador de la nación’’, con el evidente guiño que les garantizaba canonjías a los dirigentes y quizá un pequeño beneficio para los trabajadores.
Ello se acabó con Ernesto Zedillo Ponce de León, sin embargo, en los tiempos de la llamada 4T si bien no hubo desfile oficial, los dirigentes sindicales se reunieron con el presidente Andrés Manuel López Obrador quien firmó el decreto para publicar la muy cuestionada reforma al sistema de pensiones, que le permitirá a su gobierno disponer de 40,000 millones de pesos de los fondos de retiro no reclamados por mexicanos mayores a 70 años.
El problema es que, si bien la reforma está aprobada y publicada, no hay las reglas para conocer de fondo su operación.
Es decir, si la persona titular de la cuenta de retiro falleció, ¿no pueden sus familiares reclamar el saldo, si para eso existe un contrato entre la Afore y el trabajador?
¿Se hará una campaña previa para que los eventuales beneficiarios o los trabajadores vivos que no sepan que tienen esos recursos puedan reclamarlos antes de que el gobierno se los lleve?
¿Cuándo se considerará una cuenta “muerta’’, es decir, a los cuántos años de no tener movimientos?
López Obrador les prometió a unos más que domesticados dirigentes sindicales que para junio el gobierno estaría pagando la primera pensión del bienestar a un trabajador, pero sin que aún se conozcan cuáles son las reglas del fondo.
Así como inauguró una refinería que no refina, un aeropuerto sin vuelos y un tren sin trenes ni pasajeros, el Presidente promete una pensión que hasta ahorita no tiene ni reglas ni dinero.
Y hete aquí que todos al unísono aplaudieron como focas.
Total, no es dinero de López Obrador y mucho menos de los dirigentes, sino de personas que concluyeron su vida laboral pensando que quizá tendrían algo para paliar el futuro.