Por Sergio Mota Marín
Son muchos los factores políticos, económicos, culturales y sociales que determinan el crecimiento económico y su efecto en el bienestar social. Es el resultado de muchas acciones concurrentes. En medio de todas está la inversión en capital físico o acumulación de capital que conduce al aumento de la capacidad productiva, el empleo de la mano de obra, el uso de tecnología para aumentar la productividad.
México, por 30 años, tuvo un crecimiento económico promedio de 6% anual, con baja inflación y un efecto redistributivo, si bien modesto. Fue el resultado del aprovechamiento de la potencialidad del país y de un contexto internacional muy positivo. En el mundo, la vieja idea del progreso aparece con un vigor renovado, ello para evitar la repetición de las circunstancias económicas que contribuyeron a la Segunda Guerra Mundial. La industrialización fue uno de los paradigmas.
Después de esa época muy favorable, en México ocurrieron ajustes y excesos que condujeron a disminuciones en el crecimiento económico, excepto en algunos años favorecidos por el descubrimiento de petróleo que condujo a efímeras tasas de alto crecimiento económico.
Este año se acaba un sexenio con un crecimiento económico muy bajo de únicamente el 1.1% como promedio anual, afectado por la pandemia y por una reducida inversión pública derivada de una política de austeridad en el gasto público.
La situación del país es de enormes rezagos y de grandes potencialidades. Ello plantea la necesidad de retomar el camino del crecimiento económico para crear empleos, ingresos y modernizarnos.
La pregunta que se hace al término de un sexenio y el principio de otro es ¿cómo crecer? Hay factores positivos, como es la relocalización de empresas internacionales que ven a México como una opción de inversión debido a la cercanía con Estados Unidos y a la existencia del T-MEC, que significa exportar a EU y a Canadá libre de aranceles.
El Consejo Coordinador Empresarial hizo hace algunos meses la propuesta de que se puede crecer al 5% si se realizan políticas orientadas a ello, entre las que sobresale aumentar la inversión bruta fija para que represente el 35% del PIB. Este nivel no tiene precedentes, y lo más que se ha logrado históricamente es el 24% del PIB. Para elevar la inversión se necesitan más recursos públicos y privados, nacionales y extranjeros, fortalecer la política industrial, la investigación científica y tecnológica, la generación de energía limpia y el Estado de derecho.
Ante la incertidumbre del futuro, es necesario que se generen ideas y propuestas y que se discutan, sobre todo por parte de los partidos políticos. La política es el arte de lo posible y lo necesario.