Trece años relegado a la segunda línea, pero Inzaghi toma el relevo de Mourinho y lleva al Inter a otra final de ‘Champions’.
Cuando comenzó la temporada, jugar una final de Champions era solo un sueño para el Inter, pero el gol de Lautaro Martínez en todo un Derbi della Madonnina ante el Milan (1-0, 3-0 global) hizo que los’nerazzurri lo cumplieran y volvieran a una final de Liga de Campeones trece años después de la última, allá por 2010, cuando fueron campeones.
Alcanzar una final de Champions es algo ya de por sí especial. Pero lograrlo dejando en las semifinales al rival de tu ciudad, a un equipo con siete ‘orejonas’, lo es aún más. El Inter hizo feliz a media ciudad de Milán y reencontró a su afición con la gloria en una temporada que no olvidará jamás.
Para conseguirlo tuvo que acabar el trabajo que inició en la ida, domar a un Milan que saltó agresivo en los primeros minutos, como no podía ser de otra forma. Los rossoneri tenían que provocar, al menos, inseguridad en la zaga interista para evitar que se asentara pronto, consciente de que si eso pasaba, la eliminatoria se complicaba sobremanera y el sueño de una final de Liga de Campeones, el reencuentro con la gloria tras 16 años, se esfumaría.
Tenían que ser 90 minutos a pecho descubierto, 90 minutos en los que hacer honor al escudo que portan y la camiseta que visten, siete veces campeona de Europa.
Lo consiguió durante unos instantes el conjunto de Pioli en un Giuseppe Meazza vestido de negro y azul. Un disparo lejano de Theo Hernández que se envenenó, una mala salida de Onana y una clara ocasión de Brahim que desbarató el portero camerunés con una gran intervención pusieron sobre aviso a un Inter que, sin embargo, no pareció ponerse nervioso.
No le dio tiempo tampoco. La rossonera fue una reacción insuficiente que se apagó a los quince minutos de juego. El único que generó, omnipresente en todo el campo, fue un Tonali que llevó el peso de su equipo al completo. Maignan fue el único que le liberó de carga al aparecer con un paradón a Barella. Leao estuvo bien defendido, oculto en la banda izquierda, casi sin aparecer, aunque eso no significara que estuviera fuera del partido.
Pero el Inter demostró a partir del minuto quince que es un equipo más completo que el Milan. En calidad individual y colectiva, en fondo de armario y en la capacidad de reaccionar en los peores momentos. Porque dejó al Milan que tuviera el balón, no sufrió en defensa y se desplegó con calidad, criterio y peligro al ataque. Especialmente con un Barella muy acertado, picando en profundidad por ambos perfiles, y con un Dumfries muy profundo que obligó, en parte, a retrasar la posición de un Theo que inició muy ofensivo.
En esas, entre posesiones estériles del Milan que siempre acaban de la misma manera, sin peligro, en manos de Onana o desbaratadas por la línea defensiva, apareció el resorte al que se agarra este Milan para la épica. La carta más poderosa de la baraja, el talento individual más determinante sobre el césped, Leao, hizo acto de presencia con una jugada que se fabricó él solo. Después de pelear con Darmian, arrancó y dejó atrás a Acerbi sin miramientos para después cruzar en exceso su disparo, en lo que fue uno de los momentos claves del partido.
El otro, además de la parada de Onana a Brahim, lo protagonizó Maignan, que siempre aparece bajo palos para salvar a los suyos. Esta vez con una parada a bocajarro tras una peinada de Dzeko dentro del área justo antes del descanso. Los jugadores del Inter se llevaron las manos a la cabeza, habían tenido la final de finales en esa jugada.
Pero todavía le quedaban 45 minutos a este episodio histórico del fútbol italiano, un Derbi della Madonnina que iba a coronar no solo a un equipo, sino a un delantero. Porque el Inter no dejó que se le escapara de la mano el partido que tenía donde quería. No dejó que el Milan oliera la remontada, que soñara con la gesta. Se mantuvo firme, siguió el plan y fue mucho más equipo. Y apareció Lautaro para cerrar la eliminatoria.
Campeón del mundo y con el brazalete de capitán, asentado como la referencia ofensiva, no podía faltar su toque en la cita más importante del curso. Ya en la ida dio una masterclass de delantero polivalente, pero en esta hizo lo que mejor sabe hacer. Marcar. La única clara que tuvo, al cajón. Lukaku aportó claridad y le cedió el balón dentro del área y Lautaro fusiló con su zurda al palo de Maignan, que no pudo hacer nada.
Han sido 13 años de espera. Trece años relegado a la segunda línea. Pero Inzaghi toma el relevo de Mourinho y lleva al Inter a toda una final de Champions, algo que solo era un sueño a principios de año. El Inter es merecido finalista de la Liga de Campeones y en Estambul pugnará por levantar la cuarta orejona de su historia.