ACAPULCO O EL CHOQUE ENTRE LA REALIDAD Y LA NARRATIVA OFICIAL

Por Helga Kauffman

Hay mucho testimonios, lo mismo en video que en fotografía o en audios, y todos ellos tienen una característica en común: echan por tierra la narrativa oficial sobre las acciones de los tres órdenes de gobierno en la tragedia de Acapulco.

Y es que resulta evidente, obvio e innegable, que el puerto fue un pueblo sin ley tres días; saqueos y rapiña, primero en comercios y después en las ruinas de las casas destruidas por el huracán Otis.

Y mientras el mundo era testigo de lo que ocurría, el Gobierno Federal complicó la llegada de la ayuda por la insólita decisión, combatida en un juzgado, de ordenar que los suministros donados fueran distribuidos únicamente por el Ejército.

Y lo que son las paradojas de la vida, ese Ejército, “el pueblo con uniforme”, ha sido el mismo que es señalado de participar en la rapiña junto con policías locales, ministeriales, de la Guardia Nacional.

La decisión de que sólo fuera el Ejército el responsable de la distribución de los suministros donados por los mexicanos no obedeció a una razón de logística u optimización de tiempos y esfuerzos, sino al terror del gobierno de que la gente beneficiada dejara de “tener una deuda’’ con López Obrador y Morena.

Esa sí es politiquería de la más baja.

Acapulco no tiene orden ni ley; ni protección.

Las fuerzas federales ni siquiera fueron capaces de evitar que pequeñas tiendas de abarrotes fueran saqueadas.

Hay videos de elementos de la Guardia Nacional como observadores de la rapiña, sin hacer nada.

Pensar que la presidenta municipal, Abelina López o la gobernadora de las botas limpias Evelyn Salgado Pineda, pueden con el paquete, es creer que Santa Claus resolverá la situación.

La propia Abelina López dio su aval a la rapiña y al saqueo al justificarlos como “cohesión social’’; es decir que todos los delitos patrimoniales que se comentan en esta etapa están plenamente justificados.

¿Así cómo?

Por lo demás, los obstáculos que impuso el gobierno a la ayuda de personas, empresas y ONG’s no debería desincentivar la solidaridad con nuestros connacionales a pesar de que el gobierno se haya convertido en un huracán más destructivo que Otis.