NO CONTROLES

Por Helga Kauffman

Una canción de Nacho Cano, que popularizó en los 80´s el grupo Flans, aplica más que bien a lo que pasa actualmente en la política mexicana.

De trata de “No controles”, que exponía al principio de dos de sus versos “No controles mi forma de vestir”, “No controles mi forma de pensar” y de ello quiero escribir hoy, pero con mezcla muy a lo cuatroté.

Resulta perturbador la forma como el Presidente que ya se va trata a la virtual presidenta electa, como si fuera un instrumento de su poder personal.

Todos hemos visto las señales donde se advierte que Andrés Manuel López Obrador es más que un macho paternalista y trata a Claudia Sheinbaum Pardo como si aún fuera su corcholata y no la candidata que obtuvo 36 millones de votos en una elección presidencial.

Ello da a entender que es el tabasqueño quien conduce a la que será la primera Presidenta de México y esta paternidad será punto más que difícil de eliminar cuando faltan poco más de cien días para que tome las riendas de un país del tamaño y la complejidad de México.

De hecho, si fuéramos más estrictos, ella debería estar muy concentrada en analizar los problemas y posibles soluciones de México, y no acompañar al mandatario saliente en su gira del adiós.

Hay que pensar mal, y como se dice en mi bello Veracruz, “piensa mal y acertarás”. Lo que hace López es inducir a Sheinbaum en este periplo cada vez más absurdo, a efecto de que ella se comprometa públicamente a seguir su plan de gobierno, a terminar todo lo que dejó inconcluso; es decir, no le da margen a pensar por ella misma.

Si bien ella lo dijo siempre que su oferta era de continuidad, extraña que haya ganado por un margen tan amplio, pero quizá se entienda porque su triunfo fue producto de los seis años de campaña en que estuvo inmerso el actual Presidente, con lo que ello conlleva, como recursos públicos, intimidación de adversarios y el involucramiento de la delincuencia organizada.

Pero al final del día Claudia Sheinbaum ganó y es ella la que ahora tiene el mandato.

El primero de octubre ella asumirá la Presidencia de manera formal, pero es tal el peso del líder de ese grupo que sí inquietan sus señales de perpetuarse en el poder en una especie de Maximato.

López parece no entender y menos aceptar que este periodo de transición es precisamente para traspasar el poder, no para que el que ya se va quiera usar a su conveniencia, por ejemplo, la mayoría calificada de la siguiente administración.

Es muy probable que el gobierno entrante quiera exactamente el mismo resultado legislativo para controlar al Poder Judicial, pero hacerlo ver como una decisión solamente de López le quita margen de maniobra al próximo gobierno que ya no contará, públicamente, con su presencia.

Es evidente que López empieza a resentir la realidad de que la Constitución lo obliga a dejar la silla en poco más de cien días y que quiere aferrarse al bastón de mando.

Pero si en algo hay consenso entre detractores y seguidores, es que su sucesora puede hacer las cosas mejor que él, o al menos es algo que él no quiere ver.