Por Luis Pinal Da Silva
Lo que ha sucedido en la presente contienda electoral, da pie para escribir una verdadera novela. Quizá el título pudiera ser: “Sin rival al frente”; o quizá “No hace falta votar”; a lo mejor quedaría éste: “Todo está planchado”.
No sé en qué género insertar dicha fábula, muchos dirían que puede ser una pieza, pero creo que encajaría mejor, mucho mejor, como una tragicomedia con tintes bufos.
Desde el 2028 el aparato gubernamental exhibió a Claudia Sheinbaum Pardo como la non, plus, ultra de la izquierda mexicana. Una científica emanada de las luchas del CEU, con altas dosis de marxismo, de leninismo con toques musicales de Violeta Parra, Carlos Puebla e Inti Illimani.
Sheinbaum es la antítesis de una verdadera revolucionaria. Es una mujer que bien podría insertarse en el Gulag, donde haría juego con el entorno frío, inhóspito, duro de las cárceles de Iósif Vissariónovich Dzhugashvili.
Si bien se pensaba que habría un desarrollo conforme corriera el tiempo, lo cierto es que su gesto se tornó más adusto y su sonrisa dejó de ser natural – si es que alguna vez lo fue – para convertirse en una muesca de desprecio.
Y estaría a punto de ser la presidenta de México por dedazo tabasqueño y para ello se le ha confeccionado un mundo ideal, controlado, donde los gritones buscan opacar los reclamos y señalamientos y donde, a base “buenas relaciones” con editores de medios de comunicación y dueños de encuestadoras, se le sitúa lejos del vulgo y cerca de los Arcángeles.
Bueno, el caso es que viene lo que será el tercer debate, cuyo tema principal será la seguridad (o inseguridad), y donde muchos ven el escenario adecuado para que Xóchitl Gálvez Ruíz gane algunos puntos en la preferencia electoral, ya que ese se podría decir que es uno de los puntos más flacos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Pero se ha generado en los últimos días, sobre todo a raíz del segundo debate donde Sheinbaum fue brutalmente zarandeada – la idea de que la oficialista no acudiría a este tercer encuentro.
Sheinbaum, o su jefe, podrían determinar que no acuda, a pesar de que ello tendría un costo en la opinión pública.
Sin embargo es algo que estarían sopesando, ya que con una ventaja de casi mil por ciento, perder unos cuantos puntos porcentuales no le afectaría.
Sheinbaum haría, lo que algunos cercanos le aconsejan, no presentarse y administrar la ventaja que asegura tener sobre la hidalguense.
Ni siquiera tendría que desgastarse “dando bola’’ a la candidata presidencial de la oposición, como se dice en el boxeo, que no es otra cosa que correr por todo el ring (electoral) esquivando los golpes o intentos de golpe de la rival.
Los consejeros de la morenista creen que no tiene que exponerse a un “mal golpe’’ de Gálvez, que en descuido podría ponerla contra las cuerdas.
Si decide acudir, lo haría no para presentar su programa de seguridad para el país, sino para defender lo que ha hecho López Obrador, tarea nada sencilla considerando las cifras de homicidios dolosos con la que cerrará el sexenio, unos 190,000, el más sangriento de la historia nacional.
¿Llegará la “dama de hielo” a la cita con la historia? ¿Decidirá escurrir el bulto? Usted ¿qué opina?