Por Helga Kauffman
Será el primero de octubre cuando rendirá protesta ante el Congreso General Claudia Sheinbaum Pardo como la primera Presidenta de México.
Ello reviste importancia por ser la primera mujer en llegar a gobernar la Nación azteca, pero hay un gran problema: pareciera que Andrés Manuel López Obrador no quiere cederle tan fácilmente el espacio.
El triunfo de Sheinbaum, con fraude o sin él es, en cierta medida, un triunfo de las mujeres, pero López no quiere irse.
Al menos eso parece cuando se observa que la sigue opacando, incluso con la intromisión en sus decisiones.
Se antoja muy difícil que, a pocos días del triunfo de la morenista, se atreva a hacer un deslinde de su líder moral, más aún cuando ella prometió que su gobierno será continuación del de su mentor.
Pero es menester que piense en hacerlo y a la voz de ya, puesto que la semana pasada se observó cómo la falta de decisión de la virtual Presidenta electa puede hacer que el “superpeso” comience a perder frente al dólar y tuvo que aclarar su política monetaria con la presidenta del Banco Mundial.
El pasado jueves, en su papel de súbdito, el coordinador de los diputados federales de Morena, Ignacio Mier Velazco aseguró que la Reforma al Poder Judicial será aprobada en septiembre próximo y que para ello, los actuales diputados dejarán el dictamen listo para que los nuevos legisladores lo aprueben tal y como lo propuso el presidente, Andrés Manuel López Obrador.
Ello fue un movimiento de lucimiento de Mier, pero con falta de tino político, de respeto y descortesía hacia los próximos diputados y la futura presidenta, y además ocasionó la caída del peso frente al dólar y puso nerviosos a los inversionistas.
Lo que hizo el inflado de Mier no debe permitirse, puesto que ese atrevimiento ha colocado a la economía en un trance difícil que hasta ese lunes mostraba la dureza del mercado, con un peso que llegó a 18.60 por dólar.
Durante todo septiembre convivirán el gobierno de López con la nueva composición de Morena en el Congreso que les dará una mayoría calificada en la Cámara de Diputados para hacer modificaciones constitucionales, pero lo lógico es que la lealtad de estos legisladores sea hacia Sheinbaum y no hacia el pasado.
Por supuesto que este “pase de estafeta” causó estupor en la futura Presidenta, por lo que unas horas después y tras una llamada de atención, Ignacio Mier tuvo que rectificar sus dichos y aclaró que los dictámenes serán discutidos con quien encabezará por los próximos seis años el Ejecutivo Federal.
Sin embargo, al día siguiente López Obrador, dijo que sí aprovechará su mayoría en el Congreso para aprobar su denominado Plan C y por desgracia, Sheinbaum avaló al tabasqueño este lunes en una conferencia que ofreció en Palacio Nacional, aunque matizó que no se buscará aprobar a rajatabla, sino que se buscará el diálogo, el consenso y aquí cabría preguntar si ese diálogo se puede dar frente a un escuadrón de fusilamiento.
Hay que atender al hecho de que cada decisión que tome Claudia Sheinbaum estará bajo el escrutinio y autorización de López, o la primera mujer Presidenta sabrá imponerse y tendrá el coraje para demostrar su capacidad como dirigente de un país, sin tener que rendirle cuentas a un hombre, o se mostrará como una marioneta en manos de un hombre que se resiste a dejar el poder.