Por Luis Pinal Da Silva
Para el presidente Andrés Manuel López Obrador la ecuación es simple: contar con 23 gubernaturas en su poder, es un arma electoral que le tiene casi garantizado el triunfo en las elecciones del próximo 2 de junio.
Y he aquí que en ello pudiera radicar su debilidad, puesto que está más que cantado que esos gobernadores guindas harán todo lo que esté en su mano para apuntalar a los candidatos morenistas, razón por la cual los organismos electorales deberán atender a su tarea y evitar que haya trampa, lo cual, en términos reales, suena ilusorio si se toma en cuenta que en el INE y muchos institutos estatales, están cooptados por los guindas.
Pero también, en abono a la población cansada de tanta tranza y corrupción, hay que mencionar que hay gobernadores que, en lugar de sumarle al partido del Presidente, le restan votos.
Está el caso del impresentable Cuitláhuac García en Veracruz, o Evelyn Salgado en Guerrero; ambos estados con índices de violencia históricos y un grado de desarrollo, en el caso del primero, anoréxico considerando sus posibilidades y, nulo en el caso del segundo.
También en Chiapas, el gobernador Rutilio Escandón, uno de los peores mandatarios que ha tenido el estado, es el responsable de la expansión de los grupos de la delincuencia organizada ante su pasividad.
Un gobierno permisivo al que el narco le tiene tomada la medida.
Tamaulipas no es un caso distinto.
El gobernador Américo Villarreal carga, desde su designación como candidato, la sospecha de sus ligas con el “empresario’’ huachicolero Sergio Carmona, asesinado en Monterrey en noviembre del 2021.
También puede darse una vuelta por Sinaloa y preguntarles a los ciudadanos cómo evalúan a su gobernador Rubén Rocha Moya, cuyos escándalos son mayores a sus resultados.
Como sea, Morena cree que los 23 gobernadores (y sus respectivas arcas estatales) serán determinantes para ganar, pero siempre está la ciudadanía que no pasará por alto las malas gestiones.