Es un asunto que es a ratos melancólicos, mordaz y grandilocuentemente teatral, un aria para una estrella que aparece una vez por generación.
La realidad tiene poca importancia en el escenario y en “María”. Se trata de la emoción cruda, que le sirve bien a la película, más un sueño que una lección de historia sobre La Callas. Al principio, toma un poco de Mandrax y le dice a su devoto mayordomo Ferruccio (un Pierfrancesco Favino simplemente maravilloso) que un equipo de televisión está en camino. ¿Serán reales?, se pregunta.
“A partir de esta mañana, lo que es real y lo que no es real es asunto mío”, dice con calma y contundencia, haciendo un festín con el agudo guión de Steven Knight.
Es una de las muchas líneas y momentos geniales para Jolie, cuya intensidad y resolución desmienten su apariencia frágil. Y también es una señal para el público: no se preocupen por hechos aburridos o por el hecho de que Jolie no se parezca tanto a Callas. Esta es una película biográfica como ópera: un viaje emocional digno de la gran diva, lleno de estilo, belleza, traición, revelaciones y dolor.
En “María”, acompañamos a una protagonista con un control cada vez más débil de la realidad, caminando con ella por París y su vida durante una semana en septiembre de 1977.
Las imágenes del director de fotografía Ed Lachman, que cambian de forma y estilo de manera divertida, nos llevan en un viaje disperso a través de sus triunfos en el escenario, su escandaloso romance con Aristóteles Onassis (Haluk Bilginer) y su traumática juventud.
Callas siempre está impecablemente vestida y segura, ya sea reflexionando ante el equipo de noticias imaginario (liderado por Kodi Smit-McPhee) o intentando encontrar su voz nuevamente. Su instrumento se había debilitado notoriamente, dejándola preguntándose qué le queda por vivir. El único elogio constante que recibe es de su obediente criada Bruna (Alba Rohrwacher). No es ningún secreto que el destino es la muerte. Y sospechas que ella sabe muy bien que todo se oscurecerá mucho cuando se apague su foco.
Larraín ha dejado una marca duradera en el cine con su trilogía no oficial sobre estas mujeres famosas con narrativas trágicas. Con “Jackie”, “Spencer” y ahora “María”, sus películas también son un antídoto involuntario al dominio absoluto de Ryan Murphy sobre las grandes damas de la historia reciente, que son todo estilo y escándalo y poca sustancia.
“María”, un estreno de Netflix en cines selectos ahora y en streaming el 11 de diciembre, tiene clasificación R por la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos por “una referencia sexual, algo de lenguaje”. Duración: 122 minutos. Tres estrellas de cuatro.