Por Víctor Corcoba Herrero
En medio de un progresivo temporal de despropósitos humanos, con un creciente huracán de incertidumbres, un aluvión de crisis diversas, un tremendo desconcierto atmosférico y una honda injusticia global; reivindico otros posicionamientos más lícitos y equitativos, que sirvan de apoyo a esas gentes desfavorecidas y abandonadas. Sabemos que cualquier cambio requiere siempre de valor y valentía, para enmendar sistemas financieros indignos, ya que suelen servir únicamente a los intereses de los más pudientes del planeta. Ante esta realidad, hemos de asumir el dar aliento mediante otro aire más justo y creativo, con posiciones firmes que generen amor fraterno y amistad social, ya sea de asistencia inmediata al desvalido, adaptación al cambio climático o de otras prácticas más solidarias en la actividad económica, teniendo en consideración al conjunto de todos los pueblos y de sus moradores. Reunirse y unirse, por consiguiente, es el comienzo para juntos trabajar y poder salir de este caos.
No más escapatorias, el periodo de las promesas incumplidas debe terminar de una vez por todas. En este sentido, considero prioritario socorrer a los países menos adelantados a superar sus vulnerabilidades. En consecuencia, será bueno activar otras poéticas más reales e inclusivas, que no dejen a nadie atrás, ante la crisis del costo de la vida. Desde luego, también el apoyo fiscal debe de focalizarse en los grupos más afectados por la carestía de los alimentos y la energía; al tiempo que para mitigar el cambio climático, apelamos a la justicia, persistiendo en la tarea de limitar las emisiones y promover la inversión ecológica. Este avance no es nada fácil, pero sinceramente tenemos que actuar como una familia, abordando colectivamente los desafíos para encontrar soluciones vinculantes, encaminadas a sustentarnos unos a otros, a través del cuidado, tanto de las personas como de la casa común. Lo importante, pues, es esa generosidad que genera savia y buenos hábitos.
El sustento tiene que ser vital para toda la humanidad, lo que avivará un talante de paz y no de conflictos. Pensemos en lo que gastamos en la fabricación de armas. Por otra parte, también el talento hemos de ponerlo igualmente al servicio de la creación y no del saqueo. Recapitulemos, más tarde, sobre la deforestación. Ojalá aprendamos a posicionarnos hacia unas finanzas que se pongan al servicio de la ciudadanía, y sobre todo de los más frágiles, activando un quehacer seguro y decente, que desarrolle las capacidades y suprima la pobreza. Por cierto, puede que sea eficaz aprovechar el poder de la ciencia, la tecnología y la innovación, al menos para luchar contra las flaquezas mundanas. Bajo esta perspectiva, también nos conviene dialogar mucho y escuchar más. Al fin y al cabo, para caminar mancomunados y ponerse de acuerdo, se requiere confrontar ideas en la búsqueda de proyectos cooperantes, compartidos y sostenibles.
De ahí la grandeza de activar las posiciones en positivo, principalmente a la hora de movilizar el espíritu solidario en todas las culturas, a fin de revitalizar las alianzas mundiales, mejorando el comercio internacional, sumando capacidades y retomando con nuevos bríos el respaldo a los países menos adelantados. Todo esto contribuirá a que las crisis en cascada que padecemos ahora y que suele impactar en la salud, la educación, la paz y la seguridad o la alimentación, golpee cada vez a menos personas. De eso se trata, de poder levantar cabeza, en esos territorios con un crecimiento económico débil, con una inflación creciente, con enormes interrupciones en la cadena de suministro vivencial, incertidumbres políticas y una deuda insostenible. Ojalá sepamos tomar el rumbo de la conciencia a la hora de encaminar los pasos hacia un horizonte más humano, capaz de resistir el cansancio, el sufrimiento y el aluvión de adversidades que a diario se nos puedan presentar.
Con el arrojo propio de un ser pensante, que no acepta el conformismo ni tampoco cruzarse de brazos, que sabe renacer y hacerse fuerte, con sentido de responsabilidad, conscientes de que el presente y el futuro es nuestro y radica en nuestras manos, ya que depende en parte de nuestro trabajo y aunque sea necesaria la ayuda, es fundamental no desfallecer y estar en disposición de acoger. Evidentemente, el mundo es algo más que un problema a resolver, es una llamada a hacer familia, a entrar en razonamiento con todos, hermanados por una misma inquietud, la de mejorar la calidad de la vida humana, sin degradarnos como gentes de palabra y considerando la diversidad de opiniones. Basta mirar la situación para observar que nada se reconstruye por sí mismo y que no hay mejor soporte para ello, que el diálogo, basado en sólidos valores éticos, lo que facilita la solución de los conflictos y favorece el respeto.